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El último grito de la música de barrio madrileña de Camela y Omar Montes: “Vamos a poner al flamenco en el mundo, a hacer historia”

  • Se criaron entre mercadillos y tocaron la gloria sin perder su esencia ni el contacto con la calle. Hoy, por primera vez, se fusionan en ‘Vete’, un tema que apunta a ‘hit’ del verano y con el que quieren dejar constancia de sus raíces

Del casete a Spotify, de la espalda de la industria musical a las puertas abiertas de par en par, de los mercadillos y gasolineras a las discotecas guapas, de los conciertos en el Parque de Atracciones a los reality shows… Entre Camela y Omar Montes hay un abismo enorme y a la vez tan pequeñito que podría atravesarse con un pequeño salto. Ellos son chicos de barrio humilde (de Madrid), que no pierden vista sus raíces ni se les olvida de dónde vienen. También, que un día se embarcaron en la música “jugando” y, así, sin pretenderlo ni buscarlo, se transportaron de San Cristóbal de los Ángeles y Pan Bendito al cielo.

Haciendo realidad el sueño del “niño”, acaban de fusionar sus voces en Vete, un tema que apunta a convertirse en uno de los hit de las pistas de baile este verano y que deja claro que cuando parece que todo ya está inventado, ahí están para dar “el carpetazo” con una canción de estilo único que se mueve entre ritmos vintage y modernos.

Dúo Camela (@DuoCamela) | Twitter

En la sede de Sony hablamos con ellos, rodeados del séquito que acompaña día y noche a Omar tomando planos para ese documental sobre su vida que está rodando (es el artista español número 1 en ventas digitales) y del que él se hace el orejas, como cuando le preguntamos por algo que no le interesa y nos habla de José Luis Moreno: “¿Qué pasa con él que está todo el mundo loco?”.

Vete es una fusión diferente, rara. No es una canción comercial, esto lo hacemos para innovar, para crear algo nuevo. Es un reguetón puertorriqueño antiguo fusionado con un flamenco muy cerrado. La guitarra la tocó (Joni) Losada, que es el guitarrista de la Niña Pastori”, sostiene Omar. “Hemos hecho esto para dejar constancia, para hacer historia en la música, para que las raíces nuestras salgan y se vean”.

Consciente de las masas que mueve y haciendo gala de esa seguridad en sí mismo que se ganó a base de golpes, suelta: “A veces no hay que seguir la moda, la tienes que crear tú. Con este tema, la gente va a empezar a meterse más en el flamenco. Lo que se va a llevar ahora es esto y es la línea que me gustaría seguir haciendo un tiempo. Y esto va a pegar no sólo aquí, lo vamos a sacar fuera. Vamos a poner a España y al flamenco en el mundo, que es donde debe estar. El flamenco es una cosa que lo sacas de aquí y no lo entienden bien, pero vamos a hacer que lo entiendan“.

“A la gente le gusta (la canción). El de Omar y el nuestro es casi el mismo público y nos asemejan porque somos gente cercana, de barrio, sencilla“, apunta Dioni, que dice que eso es precisamente lo que les ha encumbrado, ser cómo son y hacerse querer por el público, tratándole siempre de tú a tú. “La gente me dice ‘hay que ver lo accesibles que sois’, y yo siempre le aconsejo (a Omar) que se mantenga así, porque el cariño de la gente, que es soberano, va a ser el que te va a mantener arriba y te va a llevar el volandas. A nosotros muchas emisoras no nos querían y han tenido que claudicar”, cuenta.

“Siempre uno debe saber de dónde viene y tener claro que nadie es más que nadie. Si tenemos suerte en la música por algo será, ya son muchos años. La gente sabe cómo somos y nos quieren así”, añade Ángeles, apuntando que si se hubiesen criado de otra manera, no lo hubiesen vivido igual. “Si se te va de la cabeza, no lo disfrutas. El cariño de la gente es el mejor premio de la música. Eso es lo que te vas a llevar, lo que te va a quedar como herencia. No tiene precio”.

DE UNA INFANCIA ENTRE MERCADILLOS A MÚSICOS POR CASUALIDAD

En la charla, hablan con transparencia de cómo siguen echando el rato con sus vecinos como cuando no tenían nombre -“si dices en mi barrio que has entrevistado al Dioni te dirán, ‘pues muy bien'”-, y de cómo se buscaban la vida cuando eran unos críos.

“Yo era vendedor de mercadillo a lo primero y tenía que correr de vez en cuando delante de los municipales”, recuerda Dioni. Lo mismo que Omar, que hoy se ríe a carcajadas recordando: “Yo con el Moncho (Chavea, su productor), vendía anillos y pendientes, que nos fiaban, y cuando nos lo quitaba la policía teníamos que pagarlo nosotros. Nos cogíamos deudas fuertes y nos querían matar por todos lados“.

Precisamente, en uno de esos días comenzó su carrera como cantante. “Un día, que nos había quitado todo la policía y que estábamos amargados, llegando a casa pasamos por una basura y encontramos un ordenador destartalado. Le dije a Moncho, que es un superdotado: ‘cógelo que esto es una pena y lo mismo nos podemos poner a producir nuestros temitas. Tú cógete el ordenador y yo la torreta10 o 12 días después, en los que no queríamos ni salir de casa porque nos estarían buscando, me llamó y me dijo: ‘Oye, que esto ya lo manejo, estoy grabando unas palmas y unos cajones, ¿por qué no te pasas por mi casa y hacemos una canción'”.

Dicho y hecho. Se pusieron a grabar y se hicieron famosillos en su barrio, donde comenzaron a encargarles temas personalizados para bautizos, bodas… “Cantábamos por rumbas (y se pone a entonar El Javi se va a casar…). La gente nos invitaba a bocadillos o nos daban 20 o 30 euros. Y de ahí a España. Gente fuerte de La Línea (de la Concepción) nos llamó para cantar en una boda”. Y allí grabó el videoclip de Conmigo, que dio el pistoletazo de salida a su carrera musical, encumbrada más tarde por su noviazgo por Chavelita Pantoja y su paso por Gran Hermano Vip y Supervivientes 2019, donde ganó.

“Yo a Dioni le conocí porque se enamoró de mi hermana”, cuenta Ángeles. “Se quedó embarazada muy joven (…) y como yo la echaba de menos, el fin de semana iba a su casa. Dioni siempre estaba cantando con un casete y un día, así jugando, me dijo: ‘A ver, canta’, ‘esta niña entona’. Y empezamos a grabar pletinas” (también con Miguel Ángel Cabrera, que abandonó el grupo en 2013).

Un día, se decidieron a ir a grabar a un estudio -a 6.000 pesetas la hora, una fortuna para ellos-, y le dieron la maqueta de estar por casa que habían montado a un amigo de Dioni que tenía un puesto de música en un mercadillo. Alfonso del Corral, dueño de una discográfica muy pequeñita, les escuchó allí y les ofreció un contrato a 3 años. Les dieron un 1% a cada uno, pero eso a ellos les daba igual. “Con que nos pagaran el disco estábamos más que contentos”, recuerda Ángeles. Vendieron un millón de copias de este primer álbum con la tecno-rumba que crearon y de ahí ya fue un no parar, a casi un disco por año y llenando en cada escenario en el que tocaban, con el rechazo de los de arriba. Hoy son el segundo grupo español con más ventas en las últimas tres décadas.

En estos años, han pasado por el WiZink, en el Parque Tierno Galván o el Parque de Atracciones -donde tienen récord de actuaciones-, además de su barrio, al que siguen yendo con frecuencia. “Yo voy un día sí y un día no. Tengo allí a mi madre, a mi hermana y a toda la gente de mi niñez”, dice Dioni.

El Colegio Navas de Tolosa y el Parque de los Pinos siguen muy vivos en el recuerdo de Camela. “A ver si hacemos allí un concierto e invitamos a Morata, que no puede ser el bullying que le han hecho. Me ha dado un pena…”, suelta Omar, carne de cañón de los abusones en su colegio, el Santa Rita, donde los chavales de ahora “se lo gozan” cada vez que va y le retienen “dos horas”. “Me gustaría dar allí un concierto. Últimamente sólo vamos a festivales con 8.000 personas”.

DE SUFRIR BULLYING A CAMPEÓN DE BOXEO

Allí, en su colegio, aprendió mucho. “Yo, con 11 o 12 años, era gordito, y por gitano y moro he tenido siempre mucho rechazo (…). Me pegaban, me hacían bullying. Recuerdo tener que llevar siempre dos bocadillos, uno por si me lo robaban y otro para comérmelo“. Y por eso, para saber pelar, empezó en el boxeo [en su categoría fue campeón de Madrid y de España]. Iba al gimnasio de Pedro Gil, donde “entrenaba Poli Díaz, Javier Castillejo, todos los números uno, y aprendía de ellos (…). Al principio, no tenía dinero para pagarlo, tenía que buscarme la vida joseando, tú sabes, haciendo mis cosas“. Luego, su entrenador, Manuel del Río, que veía que “tenía fatiga”, le costeó todo

“¿Verían que tenías madera?”, le dice Dioni. “Yo con mis lorzas pegaba unas hostias tremendas. El problema mío es que no tenía huevos, era cagoncillo. Con la gordura y el arranque, con más de uno me hacía, pero como estaba acostumbrado a que me metieran, no me atrevía. Con el boxeo empecé a coger confianza en mí mismo, coraje, me quedé delgado y mi vida empezó a cambiar. Hasta las chicas del colegio me empezaron a invitar a los cumpleaños”, cuenta Omar, que, pese a su fama y su abultada cuenta corriente, sigue viviendo en el mismo barrio que le vio crecer.

“Yo voy a comprar el pan, son 300 metros y tardo dos horas. Pasa uno, el otro…”. Pero no le importa. “El otro día hice un videoclip allí y todo mi barrio salió, porque eso es lo que mola, compartir con tu gente de verdad”. Gente a la que no olvida ni deja de lado. “A amigos míos del colegio que estaban maleando les cogí y les dije ‘os voy a echar a la furgoneta. Tú me vas a hacer videos con el móvil y por eso te voy a dar 1.000 euros’. Y llorando el muchacho”.

“Tiene un corazón muy grande”, le interrumpe Dioni. “Cuando la pandemia, se fue al supermercado y le hizo la compra a gente necesitada”.

“Nosotros en el barrio intentamos apoyar al que menos tiene porque creemos en Dios y porque creemos que si tú das gloria por un lado te va a venir por el doble por detrás. (…) y tampoco sé qué hacer con el dinero. Me dicen de invertir en bitcoin, pero a mí no me gusta, a mí, las cosas que se puedan tocar: el oro, el cobre, la chatarra, pero bitcoin no”, sigue Omar. “Ahora la gente está mejor y están volviendo a buscarse la vida, pero si las cosas vuelven a flojear… Mi barrio es mi barrio y tengo que estar ahí a tope“.

Fuente: ElMundo. Link

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